Margaret, una mujer de 45 años con una carrera profesional, se preparó con entusiasmo para conocer a Colin, un hombre con el que se había conectado por Internet. A pesar de que su casa estaba impecable y tenía una comida deliciosa lista, una llamada de su amiga Alice, que estaba de luto, la llevó a un cementerio. Allí, Margaret vio un rostro familiar en una lápida: era la foto de Colin. El miedo se apoderó de ella, pero regresó a casa en busca de respuestas. Cuando Colin llegó, no se parecía en nada a las fotos. Se disculpó y admitió haber usado la imagen de otra persona debido a sus inseguridades. Margaret también confesó haber mentido sobre su edad. Para su sorpresa, compartían el mismo miedo al rechazo. Durante la cena, se abrieron, se rieron y dejaron de lado sus dudas. En su honestidad, descubrieron una conexión más profunda, sabiendo que la base de algo real comienza con la verdad.