Los padrastros tienen un papel difícil, ya que a menudo intervienen en dinámicas familiares en las que la confianza y el amor necesitan tiempo para crecer. Se enfrentan a desafíos (malentendidos, incluso rechazos), pero muchos se mantienen comprometidos, trabajan para transformar al “padrastro” en “padre” y crean vínculos reales en el camino. En mi tercer año de secundaria, mi padre se casó con la mujer con la que una vez engañó a mi madre. Cuando era adolescente, me sentí traicionado nuevamente y me mantuve alejado de ella. Ella intentó acercarse, pero yo me mantuve frío.
Todo cambió el día que me fui a la universidad. Mi padre me llevó al aeropuerto y ella apareció con un paquete lleno de bocadillos y artículos básicos. Cuando me abrazó y dijo que estaba orgullosa de mí, vi lágrimas en sus ojos. En ese momento, me di cuenta de que realmente le importaba.
Con el tiempo, construimos una relación, creamos nuestras propias tradiciones y confianza. Ella se convirtió en una segunda madre, no por ADN, sino porque se presentó, tuvo paciencia y demostró que la familia se trata de amor, esfuerzo y segundas oportunidades. No fue fácil, pero ahora la veo como algo más que “la esposa de papá”: es familia.