Mi matrimonio con Logan estaba lejos de ser perfecto, pero su traición llegó a su punto álgido cuando me echó de casa para dejarle sitio a su amante. Tras años de luchar por concebir y de culparme a mí misma por nuestros problemas, lo pillé con otra mujer en un bar. Enfrentarme a él solo reveló su falta de arrepentimiento; incluso hizo alarde de su infidelidad. A la mañana siguiente, encontré mis pertenencias en el porche. Logan me recordó con aire de suficiencia que la casa pertenecía a su abuelo, dejándome impotente, o eso creía él. Justo en ese momento llegó el abuelo de Logan. Furioso por las acciones de su nieto, declaró que Logan era una desgracia y le cortó el suministro económico. Para mi sorpresa, me entregó la casa, dejando a Logan y a su amante sin nada. El karma actúa rápido y, en este caso, vino con una escritura a mi nombre.