Mi mamá me dejó en un…

La vida de Sue estuvo marcada por una historia de abandono y amor, dos fuerzas que dejaron huellas duraderas en su camino. Rosa, una empleada del supermercado, la encontró cuando era un bebé en una caja de cartón y recibió una segunda oportunidad en la vida cuando decidió adoptarla y criarla como si fuera suya. Rosa se aseguró de que Sue creciera con todo lo que necesitaba, pero lo más importante, con el amor y el cuidado que la guiarían a través de los años. Bajo el cuidado de Rosa, Sue prosperó y se convirtió en una joven exitosa que construyó una carrera como influencer en las redes sociales y compartió abiertamente la historia de su vida. A pesar de sus logros y la satisfacción que encontró en su vida, una pregunta persistía en el corazón de Sue: ¿por qué su madre biológica la había abandonado? ¿Qué circunstancias la habían llevado a ser abandonada? Incluso cuando Sue ganó popularidad y sus fanáticos admiraron su resistencia, nunca pudo acallar por completo los ecos de la ausencia de su madre. Un día, un golpe en su puerta rompió la tranquilidad de la mañana. Cuando Sue abrió la puerta, el corazón le dio un vuelco: allí estaba la mujer de la fotografía que había dejado en la caja de su bebé hacía tantos años, la mujer que decía ser su madre. La frágil y mayor mujer que tenía delante parecía agobiada por toda una vida de arrepentimiento, y miraba a Sue con ojos llenos de añoranza y desesperación. “Hola, cariño”, dijo suavemente, con una voz apenas superior a un susurro. “Soy tu madre y necesito tu ayuda”. Las emociones golpearon a Sue como un maremoto: alegría, confusión y rabia se arremolinaron en su interior. Antes de que pudiera preguntar nada, su madre le hizo la pregunta que la había perseguido durante años: “¿Todavía tienes la nota que te dejé cuando te dejé a salvo en la tienda?”. “¿A salvo?”, pensó Sue, con la rabia hirviendo en su interior. ¿Cómo podía considerarse seguro abandonar a un bebé en un lugar público? Pero, tragándose sus sentimientos, respondió con calma: “Sí, la conservé. Es el único recuerdo que tengo de ti”. Su madre empezó a contar su historia, afirmando que nunca quiso dejar a Sue, pero que no tenía otra opción. Había estado en problemas, huyendo de personas peligrosas a las que les debía dinero, y había temido por la seguridad de Sue. “Pensé que dejarte te mantendría a salvo”, explicó, con la voz llena de arrepentimiento. Cuando Sue le preguntó por qué no había intentado encontrarla a lo largo de los años, su madre afirmó que estaba demasiado asustada. Pero había algo en su historia que no le sentaba bien a Sue. Aun así, cuando su madre adoptiva, Rosa, la animó a darle una oportunidad a su madre biológica, Sue cedió y permitió que su madre se quedara con ella. Al principio, las cosas parecían ir bien. La madre de Sue ayudaba en la casa y las dos comenzaron a formar un vínculo. Parecía que finalmente estaban recuperando el tiempo perdido. Pero esa armonía duró poco. Un día, Sue llegó a casa temprano y encontró a su madre hurgando en su joyero, metiendo piezas valiosas en su bolso. “Mamá, ¿qué estás haciendo?” Sue preguntó, con incredulidad y traición evidentes en su voz. Su madre levantó la vista, sorprendida pero sin pedir disculpas. “Cariño, necesito dinero y tú tienes muchas joyas. Pensé que podría vender algunas”. Sue estaba indignada, especialmente cuando vio a su madre sosteniendo el collar de diamantes que Rosa le había regalado en su graduación, un símbolo de todos los sacrificios que Rosa había hecho por ella. “¿Sabes cuánto trabajó Rosa para comprarme esto?”, gritó Sue, incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Su madre trató de restarle importancia, insistiendo: “Pero tienes tanto. Déjame vender algo para que podamos tener dinero”. Sue sacudió la cabeza, dándose cuenta de que las intenciones de su madre no eran tan puras como había esperado. “Esto no se trata de nosotras, se trata de ti. Te perdoné por abandonarme, te abrí mi hogar y ¿así es como me pagas? ¿Robándome?”. Su madre empezó a llorar y le suplicaba: “Por favor, no te enojes conmigo. Lo siento. Voy a cambiar”. Pero Sue ya le había dado una segunda oportunidad y no estaba dispuesta a arriesgarse a sufrir más desilusiones. Le dijo a su madre que recogiera sus cosas y se fuera, sabiendo en su corazón que el regreso de su madre no era por amor sino por interés propio. Había regresado solo porque se enteró del éxito de Sue y esperaba beneficiarse de él. Esa noche, Sue se encontró en la casa de Rosa, el único lugar en el que se había sentido como en casa. Rosa la consoló y le recordó: “Te arriesgaste con alguien a quien amabas, eso es lo que importa. A veces el amor no regresa de la manera que esperamos, pero lo importante es que tengas amor en tu corazón”. Sue sabía lo afortunada que era de tener a Rosa, una madre que siempre había estado ahí para ella, brindándole desinteresadamente amor y apoyo. Aunque la experiencia con su madre biológica dejó una cicatriz, Sue también se sintió agradecida. Se dio cuenta de que su verdadera familia siempre había estado con Rosa, quien la había elegido desde el principio. Aunque Sue todavía se sentía herida por las acciones de su madre biológica, encontró paz al saber que le había dado una oportunidad. Comprendió que, a veces, la familia está formada por aquellos que eligen estar ahí, que se quedan en las buenas y en las malas y que te aman sin condiciones.