Perdí a mi hija hace 13 años, cuando mi esposa me dejó por otro hombre. Ayer recibí una carta dirigida al “abuelo Steve”, y casi se me paró el corazón cuando leí lo que había pasado. Trece años. Ese era el tiempo que había pasado desde la última vez que vi a mi hija, Alexandra. Sólo tenía 13 años cuando Carol, mi exesposa, hizo las maletas y se marchó. Yo tenía 37. Aún recuerdo aquel día como si fuera ayer. Era una cálida y pegajosa tarde de verano, y al volver del trabajo encontré a Carol sentada a la mesa de la cocina, perfectamente tranquila, esperándome. Por aquel entonces, yo no era más que un capataz de la construcción en Chicago. Nuestra empresa no era enorme, pero construíamos todo tipo de cosas: carreteras, edificios de oficinas, de todo. Me dejaba la piel en largas jornadas, veranos abrasadores e inviernos gélidos.