Un mes después de adoptar a Jennifer, mi mundo cambió. Una noche, me susurró: “Mami, no confíes en papi”. Sus palabras sembraron semillas de duda. Jennifer se estaba adaptando lentamente a nuestra familia, se aferraba a mí y mostraba dudas con mi esposo, Richard. Él hizo todo lo posible por conectarse, pero sus miradas cautelosas eran difíciles de ignorar.
Una noche, escuché a Richard por teléfono, hablando en voz baja. “Jennifer está notando más de lo que pensaba”, dijo. “No quiero que Marla se entere todavía”. El pánico se apoderó de mí: ¿qué estaba escondiendo? Al confrontarlo esa noche, Richard reveló la verdad: había estado planeando una fiesta sorpresa para el cumpleaños de Jennifer. Su secreto tenía como objetivo hacerla sentir especial. El alivio reemplazó mis dudas cuando me di cuenta de sus intenciones. Juntos, trabajamos para reconstruir la confianza, creando un entorno seguro y amoroso para que Jennifer prosperara como parte de nuestra familia.